miércoles, 12 de marzo de 2014

El archivista
















Por Francisco Suero.

Todos tenemos en la cabeza un jovencito, señor o anciano que trabaja diariamente buscando viejas y nuevas informaciones en las amplias y altas torres de estanterías que posee la oficina cerebral donde no se descansa, algunas oficinas siempre tienen descanso por lo perezoso que puede que sea el encargado, otras veces se puede poseer un archivista afanoso y eficiente.

En las horas nocturnas duerme en su escritorio o apila par de archivos para sentirse mas cómodo, algunas veces es visitado por seres desconocidos que invaden la privacidad del área de labores y les deja pensativo al punto de hacerlo trasnocharse.

En otras ocasiones sale a pasear un poco por la infinita ciudad de los tiempos, cruza por jardines de belleza y por callejones peligrosos, ha sido atacado por maleantes que han causado alteraciones en su ser, le informa a su jefe de todo lo que le sucede a diario, dejándolo a veces triste o alegre, dando origen a archivos confidenciales.

Ha conocido seres nunca vistos, ha volado playas eternas, descubre lugares desconocidos, es un turista en su propio espacio, se cubre de rosas y espinas, de dulces amarguras, navega entre la nada aprendiendo todo, luego de sus paseos descansa en su escritorio para archivar esas memorias y tenerlas guardadas hasta un día en particular, un día en que su jefe se la pida.

Hay archivistas que siempre mantienen cristalina su labor, todo en su lugar, siempre aparece la información que el jefe pide. Existen jefes que nunca prestan atención al archivista y fracasan en muchos de sus negocios cotidianos, otros siempre tienen pendiente a su empleado y viven agradecidos de todo cuanto este realiza.

Mi archivista es un empleado muy eficiente, mantiene mis estanterías organizadas, algunas veces no recuerda alguno que otro documento del pasillo de historiales, en la sección de alegrías pasea mucho entregándome viejos informes que cree me agradara ver para recordar que están ahí. Le tengo prohibido andar mucho el pasillo de las tristezas y fracasos, yo lo llamo el pasillo negativo, son archivos que quisiera quemar para siempre pero son de metal duro y resistentes a todo.

No puedo botarlos por que poseen imantación con el edificio de labores, intentar sacarlos es producir que regrese solo a su gaveta o estantería. El pasillo de las alegrías es mi preferido, A mi archivista le bonifico a cada instante por ser un excelente empleado.

Cada persona tiene su archivista personal en el edificio de la cabeza, ya sea un vago, laborioso, andariego, de vacaciones permanentes o quien sabe si este muerto y el jefe sea quien tenga que manejar todos los archivos, seria un caos.

Cada uno tiene su cualidad y dependiendo de como desempeñe su labor así será su jefe, ambos están conectados entre si, son como la pareja que baila en coordinación, solo que estos están neuronalmente unidos.

Yo valoro mi archivista personal ¿y tu, como es tu archivista?

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